En muchas ocasiones los consumidores deben enfrentarse a la dicotomía de adquirir un bien (como puede ser una vivienda) o alquilarlo. La decisión final no solo depende de la modalidad que guste más, sino que se basa en otros factores, como su finalidad, el ahorro con el que cuente, el tiempo por el que se espera explotar dicho activo, la situación particular del mercado de compra o alquiler, etc.
Sin embargo, hay opciones intermedias, menos explotadas en este entorno, como son el alquiler con opción a compra, también conocido como leasing, leasing operativo o también el arrendamiento financiero o arrendamiento por renting. Estas figuras financieras están más extendidas en el ámbito empresarial y a ellas recurren numerosas compañías y organizaciones.
El leasing no deja de ser una vía alternativa de financiación. Por ella, hay un arrendador que traspasa a un arrendatario el derecho al uso de un bien en un intervalo de tiempo definido y por una renta determinada. Al concluir este período, el arrendatario puede ejercer su derecho de compra si así lo desea y se le descontaría el dinero que ha invertido hasta la fecha.
No obstante, esto último no es obligatorio. El arrendatario también puede renovar el contrato durante otro período o decidir no adquirir el bien, habiéndose quedado en la práctica como un alquiler normal.
Qué es el leasing y cuál es su origen
Para definir qué es leasing de una manera un poco más academicista hay que remontarse a su nacimiento. El leasing tiene su germen en realidad a mediados del siglo XIX. Con la expansión del ferrocarril, comienzan a surgir las primeras sociedades de leasing paralelamente tanto en Reino Unido como en EE.UU para cubrir las nuevas necesidades financieras que estaban emergiendo. El sentido de la propiedad iba a empezar a sufrir cambios muy ligeros.
Estas compañías nacen para convencer a los empresarios de que no necesitaban contar con locales, máquinas o vehículos en propiedad y que podían rentarlos. Son negocios que se comienzan a abrir paso en la cultura anglosajona.
El leasing, sin embargo, no comenzaría a generalizarse a otros países hasta los años setenta y ochenta. A España, en concreto, no llegó hasta finales de los ochenta. Sin embargo, con la crisis económica su uso ha ido al alza.
Diferencia entre leasing y renting
Son dos términos que pueden llegar a confundirse en determinados momentos y que comparten el ser dos modalidades de alquiler a medio y largo plazo, pero hay una diferencia entre leasing y renting bastante clara. Y es que, en el renting, nunca va a poder adquirirse el bien del que se ha estado disfrutando ni descontarse las cuotas que se han pagado. En el leasing, sin embargo, esto sí será posible asumiendo el valor residual que se fije.
Otra diferencia entre leasing y renting bastante importante es que el primero suele resultar más caro porque el que alquila debe asumir los gastos que se derivan del usufructo. Si hablamos de un coche, el arrendatario tendrá que costear cosas como el mantenimiento, las averías o el pago de impuestos. Eso no suele ocurrir en el renting.
Aún así, ambas modalidades se asemejan en que las cantidades que se abonan al arrendador pueden ser fiscalmente deducibles (dependiendo de la legislación de cada país y del momento). Por otro lado, también comparten que el arrendatario puede prolongar el contrato una vez ha finalizado el plazo inicial.
Ventajas y desventajas del leasing
El leasing está sujeto, al igual que cualquier otra fórmula de financiación, a ventajas e inconvenientes. Como aspectos positivos, podemos citar la flexibilidad que otorga a las empresas. Las organizaciones que optan por el leasing pueden renovar con rapidez sus equipos, maquinarias, vehículos y actualizarse constantemente sin tener que asumir un gran desembolso.
Otra ventaja es la financiación de la adquisición al 100%, una posibilidad que no siempre está disponible con otras vías de financiación. También hay que mencionar la falta de riesgo, porque no se está realizando una adquisición. Los beneficios fiscales que comentaba antes también estarían en el lado de los beneficios.
Lamentablemente, no todo son puntos a favor. Hay una gran desventaja si se intenta adquirir el bien cuando concluya el contrato y no se cumplen ciertas condiciones. La inversión realizada se puede perder en este caso.
Por otro lado, el mayor inconveniente sería que el coste financiero de la deuda es más elevado, puesto que el tipo de interés que se aplica suele ser mayor al de un crédito bancario ordinario. Sin embargo, podemos encontrar situaciones contrarias, si la financiera pertenece al mismo grupo empresarial que produce el bien. En este caso, nos podemos encontrar financieras con ofertas muy competitivas si las comparamos a las de la banca tradicional. Como otro hándicap importante también están los gastos extras, ya que con esta fórmula el propietario no suele hacerse cargo del mantenimiento, reparaciones o seguros y le toca sufragarlas al arrendatario.
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